Por Yaiza Akemi
Un dulce aroma invadía sus sentidos, caminando entre los pasillos de aquel complejo, se preguntaba cual era el siguiente paso que daría.
Regresar a SinCity había sido... peculiar, a lo que realmente le hubiera gustado admitir y aun mas el recordar aquel primer encuentro con el que era su padre, lo descolocaba.
Desde la muerte del menor de los Vega se la pasaba mas callado de lo habitual, había dejado de fumar en consecuencia, algo que su hermano le había cuestionado pero que incluso él no entendía.
Negó con la cabeza soltando un suspiro, siguiendo sin pensarlo aquel rastro dulce; la sorpresa de conocer a los Bogdan, la incertidumbre al saber su relación con Huang y aquella mirada asesina del patriarca Pritchard solo lo ponía mas tenso.
Jamás imaginó, aquel día que lo rescató y al verlo en brazos de sus padres, que ese pequeño omega diera tanto impacto en el futuro, y aun mas a toda aquella gente mas allá de esa línea de tiempo. Pero tu recompensa llegara Sr. Monroe le había dicho aquella singular mujer, maldición ese día estaba mucho mas pensativo... mucho mas melancólico.
—Deja de pensar... provocaras un incendio si sigues así —escuchó a un costado, girando la cabeza para ver a su hermano caminar a su lado.
— ¡Hey! No imagine que hoy te viera por acá —comentó sonriendo ante su burla, realmente no estaba de humor para empezar alguna absurda riña con él. —No me digas que hay mas trabajo —suspiró, últimamente con aquellas revueltas y guerrillas todo era un caos entre las mafias y el poder.
—No... Dime, ¿no detectas un aroma particular? —le preguntó en su tono serio, aquel que le informaba algo iba mal, dejando a un lado todas sus divagaciones se centro a lo que le mencionaba, pero solo ese aroma dulce que detecto desde que llego era aquel al que le seguía.
—Si... el ambiente esta un poco mas vaciado pero es normal, ¿no? Al final estamos rodeados de omegas —soltó sin importarle, recibiendo una mirada de sorpresa.
— ¿Qué es lo que hueles? —su pregunta lo descolocó, deteniéndose y observar como dos pasos adelante el contrario imitaba su acción girando un poco la cabeza.
—Hum... ¿pues dulce? No se... es peculiar el aroma... Pero me da demasiada tranquilidad, me gusta —soltó acariciándose la barbilla y retomando su caminata. Su hermano no menciono nada mas, en diversas ocasiones solía hacer eso e imaginaba que era por su odio a los omegas que no le gustaba esos olores.
Poco a poco se acercaron a aquella habitación donde se llevaría acabo la reunión, aunque grande fue la sorpresa de ver a todos afuera, el choque de aromas le molesto, mas por que aquel suave aroma se desvanecía, inconsciente libero una gran cantidad de las suyas.
Poco a poco todos se callaron solo observándolo, algo que le incomodo, chitando la lengua abrió la puerta e ingreso. Adentro para su agrado estaba ya Martel, sentado observando con su ligero seño fruncido a la ventana, aun mas allá de esta, tras de él recargada en una pared se encontraba Larunda.
Sonrió para sus adentros dispuesto a molestarlo pero la mano de su hermano lo detuvo sentándose hasta el otro lado de la mesa. En toda la reunión el menor no había apartado la mirada de aquel cielo y solo contestaba con monosílabas. ¿Qué estaba sucediendo? No lo comprendía, pero tampoco era algo fuera de lo normal, se dijo para tranquilizarse.
Tras terminar la reunión y alejarse de los demás ángeles caídos quiso ir a buscar a aquel omega pero este junto a la mayor ya habían desaparecido. Hacia un par de meses lo había marcado como su omega; pero desde aquella noche no habían podido entablar alguna conversación "normal".
Estaba intranquilo, puesto que a pesar de saber que todo había sido bajo su consentimiento y petición, aun rehuía de él.
—Lo veras esta noche —soltó su hermano empezando a caminar. —Vamos tengo que ir a la armería. —Sin comprenderlo del todo siguió al otro, sacando una goma de mascar.
....
El suave tic toc lo tranquilizaba recordando viejas costumbres que habían pasado a mejor plano hacia ya 8 años.
—Hadriel, cariño... ya es hora de despertar —escuchó una linda y cálida voz hablarle, aquella que solo en sueños recordaba con claridad. —Los niños no tardaran en cruzar esa puerta... yo te lo advertí —fue lo ultimo que mencionó con ese tono burlón y despreocupado, sintiendo como aquel lado del colchón un peso se quitaba de encima, haciendo que despertara de un solo golpe.
La habitación, que un día compartió con aquel omega, se encontraba en penumbras; volvía a escuchar su voz, algo que no tendría por que pasar con el medicamento establecido. Volvería a acudir con aquel medico peculiar... aunque no era del todo su agrado, Yut Lee había podido establecerlo sin tantas drogas.
Se quedo semisentado sobre aquella cama, aquel dulce aroma había desaparecido desde hacia años, reteniendo solo su recuerdo en aquel guardarropa que prohibía a todos acercarse; ahora los olores a sangre, mugre y aquellas hormonas agrias suyas era todo lo que quedaba de ese lugar.
—Papá, es hora de levantarse... el tío Gabriel no tardara en llegar y tu no puedes siquiera moverte de ese lugar —fue lo primero que escucho al ser abierta la puerta de su habitación, soltando un tenue gruñido al ver a aquel joven de 16 años caminar a sus ventanas y abrir de lado a lado las cortinas.
— ¡Ve que desastre tienes en este cuarto! —seguía, recogiendo poco a poco sus prendas llenas de sangre y lodo esparcidas por la habitación.
—Razvan, ya acomodare después —soltó en un bufido observando como el menor se detenía a mitad de su trabajo y lo observaba con tristeza liberando feromonas de omega... Espera, ¿omega? Razvan es alfa... aun recordaba aquella tarde cuando su esposo se había percatado de ello.
—Padre, Razvan dejo la casa ya hace 6 años... —escucho una voz profunda desde el marco de su puerta.
Un gruñido involuntario le inundo la garganta al identificar a otro alfa en aquella habitación, pero al girar la mirada y chocar con aquella mirada verde oscura se quedo helado, ignorando que esta lo observaba con indiferencia y molestia, era prácticamente igual que aquel personaje de sus sueños... y alucinaciones.
—Vamos Ren, padre tiene que bañarse —comento aquel pequeño alfa estirando la mano para que el menor la tomara y juntos salieran de la habitación.
¿Qué mierda era lo que estaba pasando? No lo recordaba pero su instinto lloro por la perdida de algo, o de alguien.
Como un autómata se levanto del lugar observado que en tan poco tiempo ese pequeño omega ya había limpiado aquel cuarto.
Con un gruñido de molestia fue al baño observando su reflejo en el espejo de este, aquel rostro desgastado, con esa cicatriz que le marcaba el ojo derecho recuerdo de su incompetencia, esas marcadas canas que en sus coronillas estaban mas tupidas cada día y aquella barba de meses, le recordaron que los años no habían pasado en vano y que en unos pocos días cumpliría ya 51 años.
...
Había sido una misión como cualquiera, y a pesar de que toda la noche intento acercarse al menor, no lo había logrado, algo que ya lo tenia enojado y desesperado.
Su hermano había tenido razón y aquella noche lo había logrado ver, pero algo en él estaba mal... su semblante pálido y aquella manera en que Larunda no se separaba de su lado lo molestaba.
No lo provoques, ya te ayudare a estar solo con él le comento Gabriel al ver que se impacientaba cada vez mas.
Así que esa noche siguió a la manada, matando y realizando aquella misión junto a los demás ángeles. Antes del amanecer llegaron a los muelles y como lo había prometido, aquel pequeño Omega se había separado de todos y al final tras varios bufidos, muertos y dos que tres llamados estaba enfrente de su Omega.
Por que si, con aquella marca en su cuello ya no lo podía negar, se acercó aun mas a él aprovechando que le daba la espalda, aunque sabia que por sus hormonas el sabia que ya estaba cabreado, aunque jamás lo vio moverse ni dudar o temblar... no, simplemente ese omega no reaccionaba a su presencia.
—...Estoy embarazado... —fue lo único que entendió, sabia muy dentro de su ser que aquel omega había dicho algo mas, que atrás de esa frase había una amenaza y advertencia. —... Tengo dos meses... son tus cachorros... —comentaba serio, sin dejar de ver el amanecer que se posaba frente a sus ojos.
Aquello lo descoloco y lo hizo dudar, recordando de nueva cuenta las palabras de Morgan Pero tu recompensa llegara Sr. Monroe, y sintió un gran abismo bajo sus pies.
Como era posible que eso pasara; no, lo sabia... aunque no quería admitirlo, desde que aquella noche lo anudo lo supo; y una carcajada lo libero.
Su ser bestial gritaba con alegría, desde la muerte, homicidio se corrigió con amargura, de sus propios cachorros jamás imagino que algo así pudiera volver a pasar, y en un arrebato tomo al menor de la cadera, girando su cuerpo para que este se quedara frente a suyo, y lo beso... Un beso lleno de dicha y del amor que le recorría. Estaba feliz, completo al saber que algo así podía suceder y sin poder contenerse lleno toda aquella área de sus hormonas, cargando al menor y brincando con el en brazos.
La sorpresa del menor en su rostro era todo un poema, por lo que imaginaba, y muchos años después su omega se lo confirmaría, temía de la reacción que aquel demonio tuviera bajo esa noticia.
Eso explicaba por que siempre estaba viendo hacia las nubes, por que siempre se tocaba el vientre y suspiraba con melancolía, esas extrañas comidas que el menor luego tenia y por que Razvan se había vuelto tan posesivo con su papá de la noche a la mañana.
En verdad no comprendo como no te diste cuenta antes mencionaron varios de los ángeles aquella madrugada, mostrándole que ese aroma dulce provenía de su omega y aun mas, por la marca pasada, él era el único que lograba identificar el aroma dulce alrededor de Martel.
Toda la tarde y los próximos 8 años los había vivido en una burbuja de miel, jurando por su vida que jamás tocaría ni un solo pelo de aquellos hermosos seres que su omega le había regalado...
Siendo la adoración de Razvan, la esperanza de sus padres, de ser los primeros en blandir el corazón del amargado de su hermano y todos esos ángeles que los rodeaban.
...
Bajó las escaleras, observando a su alrededor como todo parecía ser de tonalidades grises, opacas.
—Ren, come algo, se nos hará tarde y ya estas demasiado flaco —escucho de una habitación que sabia inconsciente, era la cocina.
No recordaba hace cuanto, pero esa casa solía ser de tonalidades brillantes, siempre había música o risas, discusiones que en ves de preocuparlo siempre lo mantenían con alegría.
Abrió la puerta y un pequeño recuerdo de un Omega dándole la espalada y silbando, mientras intentaba no quemar la cocina junto a dos sillas altas donde pequeños y curiosos cachorros lo veían, le inundo la cabeza.
Ahora solo aquel alfa de cabello largo y ya con varias canas como el suyo propio, estaba tras esa parrilla, en la mesa estaba Akibel y Ren; esos pequeños cachorros con caritas regordetas ahora ya eran unos jóvenes.
—Siéntate a comer, no solo te quedes en la puerta —menciono Gabriel y sin poder contradecirlo, en silencio se sentó enfrente de los menores.
Cuanto tiempo había perdido la realidad... no hace unos meses Razvan tenia esa edad, ¿dónde estaría su hijo mayor?
— ¿Por qué no esta Razvan en casa? —pregunto con algo de duda, empezando a sospechar que eso ya lo sabia pero no podía recordarlo.
—En este momento debe de estar con los Croatas, espero que Tonino lo termine de convencer de que esa no es una buena unión —comento con seriedad y un tanto de molestia su hijo alfa; aquello no respondía su pregunta, simplemente le generaba mas dudas.
¿Tonino? Ese quien era... Augusto y la Cosa Nostra, ese es otro nombre y el omega de su hijo mayor no tiene nada que ver con ese nombre.
— ¿Vamos cariño no lo recuerdas? El viejo Chang le cedió ese nombre a Qiang tras entregarle a la mafia Oriental —escuchó en un susurro con ese tono burlón e infantil, oh su "cuñado"... pero que tenia que ver los Croatas en todo esto.
Un plato con huevo y tocino lo regreso a la realidad, sonriéndole a su hermano para empezar a comer, observo a detenimiento a su pequeño Akibel, se parecía a el en muchos sentidos solo aquellos ojos verdes oscuros era el recuerdo de su padre omega; no le prestaba atención, comiendo con calma metido en sus pensamientos.
Con una risa baja giro la mirada a su pequeño Ren, que observaba con tranquilidad hacia la ventana de la cocina, no había probado bocado alguno, y aquellas facciones y cabello le recordaba mas a su omega, aquel gesto perfilo entre lo que había mas allá de la ventana lo descoloco; observando como fruncía ligeramente el seño y se acariciaba inconsciente su vientre.
Aquello recordaba haberlo visto anteriormente, como una película antigua que sabes esta en tu memoria pero no la puedes reproducir con facilidad.
—No me gusta Gabriel para Ren —escucho en la habitación desconsolándolo y buscando a aquella persona que lo había dicho —Jamás estuve de acuerdo con que fuera su padrino... pero tenias que insistir —termino por decir aquella figura.
Estaba como lo recordaba, con aquellos ojos jade llenos de molestia y esas ligeras prendas que siempre lo volvían loco; tenia su cabello semi recogido en una coleta, con sus pantuflas de peluche y un delantal con la leyenda "No se cocinar, así que no molestes"; que le compro en una ocasión para una parrillada.
Recargado cerca de el lava platos, cruzaba los brazos frente al pecho y veía con molestia a Gabriel, este si se inmutaba; girándose al ver que no le contestaba.
— ¿Que? —soltó fuera de su ensoñación.
—.... Regresaremos a las 6, Hadriel si no te sientes bien mejor ve a descansar; Akibel tiene que acudir a una exposición así que comeremos afuera —hablaba con determinación terminando de escombrar y limpiar aquella mesa, cosa que lo desconcertó aun mas al ver que solo su plato estaba frente suyo; sus hijos ya se habían levantado e ido a prepararse dejando a los adultos solos.
—Martel no quiere que estés con Ren —soltó, como si hablara del clima, razón por la que el contrario se descoloco.
— ¿Qué dijiste? —preguntó... ¿molesto? No sabia realmente como interpretarlo.
—Que Martel no te quiere cerca de Ren... así que no lo hagas molestar, ¿ok?, se que eres su padrino pero creo que sospecha de algo —se quedo callado por unos minutos, ubicando aquella expresión de su hijo, como es que era posible eso...
— ¡¿Tu?! ¿Es enserio? Gabriel es tu ahijado como puede ser... —pero el gruñido del mayor lo detuvo, sintiéndose mareado y molesto.
— ¡¿Desde cuando ves a Martel?! —lo sintió rugir, sintiendo aquel malestar en la cabeza —Dime que te has tomado aquellas pastillas, mejor aun dime que no le has dicho esto a los mellizos —demando exasperado, suspirando para tranquilizarse al ver a Ren asomarse por la puerta.
— ¡¡¡Ya estamos listos!!!- grito feliz, sin prestar atención a nada; pero aquella mirada que Akibel le regalo le dijo que él si sabia lo que estaba pasando.
Aquel reclamo y reproche mudo le partió el alma, junto el ardor de aquella herida en su ojo; que era lo que estaba pasando.
—Regresaremos a las 6, descansa que tenemos mucho de que hablar cuando regrese —demando su hermano, tomando a Ren de la mano y a Akibel del hombro para salir de aquella habitación dejándolo solo.
—Valla hermano, si que la has cagado re lindo —comento Mia, su pequeña hermana que a pesar de los años seguía estado igual —Te dije aquella noche que no hicieras sufrir a ese omega, pero como siempre jamás me haces caso... en fin ahora él esta acompañándome para siempre —menciono en una risa infantil, taladrándole la cabeza.
Sin realmente poder hacer algo, simplemente gruño con molestia soltando ligeras lagrimas mientras intentaba volver a olvidar todo a su alrededor.
:O
ResponderBorrarTan linda! Compartamos mas fragmentos :P