martes, 15 de diciembre de 2020

Two Hands - Omegaverse

 


Meyer debía estar completamente loca, desquiciada, era tan molesta a veces. Entre ella y Mr. Chang, que se comunicaban conmigo a menudo, mi vida se había tornado un completo caos y una marea de cansancio que no estaba seguro de si soportaría por mucho tiempo. Aún así lo hacía, a costa de mi poca paciencia y en dejar a alguno en visto. Por lo general era Qiang quien se acercaba a mí para traerme notificaciones de su jefe, y Hadriel quien me traía las de su superiora. Era complejo que ninguno se juntara, aunque estoy seguro que ese alfa de la Mafia Rusa ya lo sabía.

Sobre que me perseguía para realizar misiones y se me aparecía en el bar Lynxs con la excusa de tomar algo, ese sujeto estaba volviéndose cada vez más cercano. Mentiría si dijera que no disfruto su compañía y que ahora Gabriel y yo compartimos más que discusiones sin sentido y gruñidos poco amistosos. Pues de todas las veces que había visto al dichoso Monroe esa era la más bizarra. Ver como él, Gabriel y otro sujeto me interceptaban a la salida de las oficinas de Petrov, pues había ido a llevar unos reportes de manera personal, los tres andando en montos era extraño. Tres Kawasaki Ninjas estaban apostadas delante de mí, una negra, otra gris y otra verde.

—Tenemos una nueva misión, ojos jade —dijo la voz de Monroe debajo del casco de la moto gris. Vi como el de la moto verde se bajaba de la misma, quitándose el casco y se acercaba a mí. Era un completo desconocido.

— ¿Otra más? —pregunté chasqueando la lengua, justamente el día anterior habíamos tenido una misión odiosa.

—Desmantelar una pequeña mafia creciente, ¿es mucho para un omega? —acotó Gabriel desde su moto negra a lo que simplemente gruñí.

Le arrebaté el casco al sujeto que me miró con desconcierto. Me acerqué a la dichosa moto verde, menos mal que había ido completamente listo para tener que afrontar alguna situación así. Siempre iba armado, aunque conociendo a estos locos, en uno de los compartimentos de estas motos mejoradas se encontraría un pequeño arsenal. Aunque, como decía el alfa, seguro que sería pan comido.

—Esa combina con tus ojos —me dijeron mas no les presté atención, nada más subido me coloqué el casco y encendí la moto.

Después de andar con Ionel en su moto, cualquier viaje parecía un lindo paseo. Aunque apenas sí alcanzábamos los 150 km/h, y es que nuestro objetivo estaba apenas afuera de Sin City, justo cerca de una de las rutas de tráfico que solían utilizar los rusos para su contrabando de drogas más preciado. El perder una ruta así podría significar mucho dinero.

Según lo que investigaron mis colegas, esa noche habría una junta del dichoso grupo de mafiosos de cuarta y nuestro deber era desmantelarla y asesinar a todos. No dejar a nadie vivo es la especialidad de los Ángeles Caídos, que alguien no debe llevar a cabo porque sino nadie nos conocería. Con uno solo que se deje vivo, se correrá la voz. Si quedan vivos, deberemos de asegurarnos de que queden lo suficientemente intimidados como para que no vuelvan a merodear por nuestra zona. Eso sí que lo podíamos hacer bien, más con este par de demonios junto a mí.

La casa era enorme, una gran casona de multimillonarios queriendo jugar en las grandes ligas, rodeada de guardias de seguridad y un parquisado digno de admirar y digno de teñir de rojo. Nos dividimos para abarcar más terreno, podíamos hacer ruido, podíamos dejar despojos humanos a nuestro paso, podíamos hacer un camino de sangre en medio de nuestra entrada y a nuestra salida también. Podía sentía mis feromonas alborotándose por la excitación mientras las balas entraban en los cuerpos ajenos y los alaridos de dolor se hacían descomunales.

A mis fosas nasales llegaba el aroma de alfas, dos alfas que parecía extasiarse con los muertos que dejaban a su paso. El aroma a sangre me embriagaba, mientras más sangre había más me carcomía el deseo de seguir destrozando aquellos sujetos. Imagino que no fui el primero en entrar, pero sí que fui de los pocos que entraron por el piso superior. Mi chaqueta estaba cubierta de sangre y ya me comenzaba a estorbar, por lo que me la quité. Sentí pronto el aroma a alfa llegando a mí, pero no era conocido. Al parecer un sujeto que piensa que atacar al factor omega será de lo más sencillo, pues no querido.

No había nada que me emocionara más que asesinar alfas, que destrozarlos lentamente, que desmembrarlos o arrancar sus tripas aun estando con vida. Me tomé el trabajo de hacerlo y de dejar mi aroma impregnado en los restos de aquel tipo, una advertencia que podía o no quedar aún estampada en aquella pared. Adoraba sentirme cubierto de sangre alfa, era como si calmara cada uno de mis dolores, cada una de mis súplicas por aquel bastardo, como si me regresaran a un estado de letargo, a un estado de paz retorcida.

Para cuando logré llegar a la sala donde se realizaba la reunión el escenario que podía ver era de lo más tosco. ¿Por qué ellos tenían que ser alfas también? ¿Por qué aquellas niñas omegas tenían que soportar las manos de esos asquerosos? Gruñí para mí mismo y me encaminé hacia ellos, pisando los cadáveres que quedaban, los restos de huesos y de órganos que se esparcían por todos lados. La tentación de revolcarme en ellos era mucha, pero se desvanecía en cuanto veía a uno de aquellos mafiosos de cuarta moverse e intentar saltar sobre mí.

Los aparté a todos y cada uno de aquellos moribundos que reaccionaban ante las feromonas de un omega. Eso servía para comprobar quien estaba vivo y quién no, así nos facilitaba la labor de asesinarlos a todos. De esta manera llegué hasta donde estaban mis colegas cegados por la pasión de aquellas pobres niñas. Apunté a la frente de las niñas, primero una, después de la otra, y acabé con sus vidas dejando que siguieran jugando con sus cadáveres si querían eso. Me miraron con odio, con ojos asesinos y deseos de destrozarme, mas no me moví de mi lugar, yo no tengo la culpa de que sus instintos dominasen.

Gabriel me gruñó y amenazó con asesinarme, al parecer he usado muchas feromonas omegas en este ambiente, se siente cargado y pesado. Pronto Hadriel se metió en medio, causándome una cierta conmoción. Sé que ese tipo se piensa con el derecho de invadir mi espacio personal, pero admito que el ver que me defendía de su propio hermano me llamó la atención. Le resté importancia a la situación y continué aquella masacre, pues más guardias eran mandados por un líder más joven a destrozarnos. Pobres idiotas.

Por primera vez los tres estábamos en nuestros cabales, por llamarlo de alguna manera, y tirábamos para el mismo lado, por llamarlo de alguna manera, si, también. Coordinamos bastante bien, no como cuando éramos un dúo, pero era una mejora. No podía dejar de sentir sus miradas encima de mí, como si quisieran devorarme, pero me quedaría callado y sin decir nada. Maldigo a Huang, que en paz descanse, por haberme convencido de dejar mis inyecciones y continuar con sus dichosas pastillas. Mi aroma es mucho más perceptible ahora, se parece más al que tenía desde antes de la marca, y mi carácter tampoco es el mismo.

Me alejé un poco de ellos hasta que un estallido me hizo caer en cuenta. Alguien había tirado una granada, no estaba seguro de si eran nuestros aliados o no, pero estaba seguro de que ese edificio no aguantaría mucho. Cargué por última vez aquella metralleta de medio alcance y salí en medio de humo, un poco de fuego y cuerpos calcinados. Algunos estaban convulsionando en el suelo, por lo que les disparé en algún lugar de su cuerpo, sólo sumando más dolor y sufrimiento a su muerte prolongada. Hice lo mismo mientras corría hacia la salida, estaba siendo guiado por las feromonas de aquellos alfas que amenazaban con ser bastante bestiales en medio de aquel caos.

Corrí hacia ellos, que ya estaban en sus respectivas motos, subí a mi propia moto y la arranqué, haciendo que los otros dos siguieran. Íbamos esquivando a los pocos autos de las calles mientras podía ver los rostros de satisfacción de aquellos alfas. Tan mal no la habían pasado. Admito que había sido de las mejores masacres, las disfrutaba más ahora que podía dejar ser a mi verdadero omega. Sentir como mi sed de sangre había vuelto era extraño, era como conocer un viejo yo que pensaba muerto. Estaba en medio de mis pensamientos cuando pude ver varias motos negras detrás de nosotros.

—Problemas en el paraíso —dije viendo como los otros dos se daban cuenta de la situación.

Pronto la balacera se hacía presente mientras intentábamos dispararles. Ellos eran dos en cada moto, uno conducía y otro disparaba, eso nos colocaba en una desventaja considerable. No importaba, podíamos disparar mientras maniobrábamos, o eso pensaba hasta que una maniobra hecha con una fracción de segundo de error, llevó a que una bala se incrustara en la yanta de mi moto.

Derrapé, giré como trompo y sostuve el manubrio con ambas manos para no chocar a mis compañeros. Mantuve el equilibrio para no caer mientras intentaba desacelerar la moto lentamente y no caer al suelo. El sonido de aquel vehículo derrapando me estaba explotando los tímpanos, pero un grito sobresalió de entre todo ese ruido.

— ¡Lucifer! —gritó Azazel en medio de todo el caos, regresándose a toda velocidad.

Me permitió saltar de la moto para dejarla seguir girando y estamparse con una casa. Tras saltar, tuve que subir rápidamente a la moto de mi colega, mientras Leviathan nos cubría. Perdimos varios segundos en aquella labor, por lo que chasqueé la lengua al tiempo que veía a nuestros contrincantes acercarse más a nosotros.

Los dos alfas aceleraron hasta los 200 km/h, pero el tiempo era crucial y sólo Gabriel podía disparar con mediana comodidad, esto no se veía para nada bien. O me tiraba de la moto para dejar de hacer peso y que pudiera disparar, o hacía algo para que las cosas mejoraran. Sinceramente, prefiero la segunda opción. No lo pensé más y advertía a Azazel que me movería, para que se sostuviera con mayor fuerza. Así mismo me posicioné de frente a nuestros perseguidores y de espaldas a mi compañero. Espalda con espalda sería mejor, o eso me hacía dicho Larunda hacía ya mucho tiempo.

—Dame tu arma —le dije sacando la mía con la mano derecha extendiendo la izquierda hacia atrás.

— ¿Ah? —me dijo extrañado.

— ¡Ahora! ¡Dame tu arma! —grité más fuerte haciendo que me hiciera caso.

Estaba un poco oxidado, pero dos metralletas, una en cada mano, debía ser algo simple para un ambidiestro. Apunté a dos objetivos a la vez y comencé a disparar con ambas manos. Me iba sosteniendo con los pies de las barandas laterales de la moto mientras disparaba con la derecha y la izquierda, de esta manera le dimos tiempo a Leviathan de acelerar más y ubicarse muy por delante de nosotros.

De a poco el grupo de ocho motos que nos seguían se iba reduciendo a cinco, luego a cuatro y finalmente a tres. A algunos les disparé en la cabeza, el conductor era suficiente para que ésta se estrellara y asesinara al disparador. A otros les apuntaba a las ruedas de las motoso, buscando desestabilizarlos y una vez en el suelo les seguía arremetiendo. Las maniobras de Azazel eran rápidas, efectivas para desviar balas, aún así no pudo evitar que algunas de ellas rozaran mis piernas, que tenían un pantalón bastante grueso, de lo contrario me habrían hecho más daños. Los que sufrieron lesiones más graves fueron mis brazos, pero las ignoré. La adrenalina que corría por mi cuerpo a cada disparo era embriagante. Me podía deleitar fácilmente a costa de los gritos de sufrimiento de los contrarios.

— ¡Acelera! —gritó Leviathan desde lejos, a lo que me afiancé más a los barrotes de la moto.

Vi una granada volar por sobre nuestras cabezas y aterrizar del otro lado, justo en medio de nuestros enemigos. La granada explotó apenas hizo contacto con el suelo. Menos mal que mi chofer es un demente que está a más de 200 km/h y no se piensa detener, aún viendo el humo como nos sigue. Una sonrisa de satisfacción se hizo presente en mi rostro.

No me quise dar vuelta, estaba cansado, por lo que me apoyé en su espalda y seguimos de esta manera el viaje. Ahora que manejaba de forma más calma y me permitía ver a mi alrededor, el humo de nuestra pequeña diversión se había dispersado muy poco, por lo que aún denotaba nuestra presencia allí. Era sorprendente e interesante.

Habrán rondado las tres de la mañana cuando por fin llegamos a la cede de la Mafia Rusa, donde fui el primero en bajar de aquella moto. Estiré mis brazos y piernas al bajarme, con una sonrisa en el rostro como niño que recién llega del parque de diversiones. Ya tenía menos sangre en el cuerpo, o al menos se notaba menos y eso lo hacía más divertido. Me encontraba aún en plan de pensar qué hacer ahora, cuando un par de manos me tomaron de la cintura para voltearme y quedar frente a los ojos de Hadriel. No alcancé a decir nada que se apoderó de mis labios.

Sentí como me devoraba de a poco y como movía sus labios contra los míos, como su lengua buscaba la mía y cómo me chupaba levemente. Sus manos se afianzaron más en mi cintura y recorrían mi espalda con hambre y deseo. Lo sentía, sentía mis propias feromonas reaccionar a las contrarias, pero pronto reaccioné, justo cuando le estaba correspondiendo aquel beso. Me separé de forma abrupta y asesté un buen golpe de puño en su estómago. Mi fuerza seguía siendo igual de buena, por lo que lo vi doblarse de dolor, aunque más bien fue por sorpresa. Seguramente después se le bajaría cualquier deseo.

Me aparté de sus brazos y me encaminé hacia mi otro colega, Leviathán parecía curioso de lo que acababa de ver, pero no mencionó nada. Le sonreí y él me sonrió con arrogancia, de esas sonrisas que pocas veces lograba comprender. Pasé a su lado y no me dijo nada, ni algo bueno ni algo malo, pero lo tomé como algo positivo. Gabriel rara vez muestra lo que está pensando, tampoco esperaba un halago, eso sería mucho pedir.

Subí a la moto gris, aunque el casco de la misma había quedado aún amarrado a la parte delantera. Tomé el casco entre mis manos cuando ya estaba subido a la moto, la encendí y miré a mis colegas, con una curva hacia arriba en mis labios.

—Diré que fue tu moto la que se estrelló, Azazel—dije sólo para molestarlo y me alejé de ellos andando a cierta prisa.

Quería llegar pronto, darme una ducha, curar mis heridas y abrazar a Razvan. Ojalá mi hijo no sea alfa, ojalá no sea capaz de realizar estas masacres, ojalá no sea capaz de tener sexo con un omega mucho menor que él. Tengo muchas esperanzas de una buena crianza en ese pequeño.


Razvan - Omegaverse



La música era suave, las luces seguían siendo igual de tenues que la vez que estuve en este lugar. Las mesas estaban adecuadamente separadas y las voces a mi alrededor estaban calmas y tranquilas, era obvio. Nadie sabía de la gran pérdida que había sufrido este lugar. Nadie era consciente de la falta que él hace, nadie sabe, en medio de este mar de alfas ebrios y omegas entregados, que quien manejaba este sitio ya no está entre nosotros.

Aún lo puedo ver detrás del mostrador, atendiendo al público, dirigiendo a otros y acomodándose los lentes. Huang de la Vega era una combinación extraña de maternidad y rectitud, un omega pulcro y un poco arisco, que había sobrevivido a tantas cosas como yo. Aun así, su inspiración fue un mocoso de 16 años con un problema existencial y una crisis de nervios frenética que lo llevaba a tomar ansiolíticos de vez en cuando. Pese a todo eso, pese a saber la cruda realidad, él seguía pensando que era genial, seguía pensando en Ash Lynx como un omega impresionante y en Marco como un sujeto seguro y decidido que había ido contra toda expectativa. Nada de eso lo pudo salvar, nada de eso lo había retenido a mi lado, a nuestro lado.

Me había regañado incontables veces, me había visto en un estado deplorable, me había mostrado que estaba haciendo algo mal con mi vida. Había terminado por aceptar su tratamiento, ese que le había ayudado a sobrellevar su celo de una mejor manera. Según Huang, así no dañaría su cuerpo, no tendría que aplicar esos supresores con inyecciones y mi aroma bajaría en cuestión de un año o dos. No, no era mi aroma a omega el que molestaba, sino mi aroma a omega marcado y con un cachorro que dejaba una estela a mi paso. Este tipo de aromas sólo se hacían más fuertes cuando mi celo estaba por llegar, caso que pasaba una vez al año o una vez cada dos años con las inyecciones. Ahora que llevaba a cabo aquel tratamiento de Huang mi celo volvería a ser cada seis meses, supuestamente así no moriría de cáncer a temprana edad. No importa si muero, Ionel y Qiang podrían cuidar de Razvan. No, es una broma de mal gusto, claro que quiero ver crecer a mi amado cachorro.

Di un trago a mi vaso, un Peach Mojito que tenía muy poca graduación alcohólica mientras recuerdos de algunos meses inundaban mi mente. Las lágrimas de Ionel en el funeral de su cuñado eran lastimeras, silenciosas como él nunca había hecho, hipeaba y se estremecía entre los brazos de su alfa. Aquel tipo que lo había marcado casi por error y que ahora provocaba que tuviera un vientre bastante más abultado, denotando su embarazo de escasos meses. Podía ver a Qiang con los ojos cristalinos y la mirada perdida, como su vida había cambiado en un abrir y cerrar de ojos.

—Todos en este rubro terminamos igual —había dicho en voz baja viendo la foto de mi amigo, de quien había sido el amigo más cercano que nunca hubiera tenido. La persona que había confirmado mi dicho había sido la menos pensada. Aquellos odiosos ángeles caídos habían aparecido en el funeral de mi amigo y se habían acercado a Hywel quien no se movía de al lado de la foto.

Hadriel y Gabriel tenían nombres demasiado puros para sus verdaderas intenciones. Por eso el ser ángeles caídos les quedaba bien. Por mi parte, Lucifer era un buen apodo que le quedaba grande a un omega con el nombre Martel, no porque me crea inferior a ellos, sino porque… ¿Qué demonios significa Martel? ¿Martillo? ¿El martillo de Dios? Oh, por favor. El show de la hipocresía no era lo mío. Ver alfas que violan y asesinan omegas por diversión en el funeral de un omega no era lo mío. Sólo me acerqué a Hywel y estreché su mano, no sin antes abrazarlo con fuerza y brindarle mis condolencias a través del aroma de mi cuerpo. Mis feromonas aún debían tener un ápice de dulzura omega pese a tener un sabor agrio y amargo. Él aceptó mis intenciones con un asentimiento de cabeza.

Recuerdo que ese día me tuve que retirar temprano, el niñero de Razvan me había pedido un horario específico pues tenía que cubrir un trabajo. Mi hijo no había ido al funeral, era una forma de proteger su identidad. Menos mal que no fue porque sino habría sido visto por aquellos locos psicópatas. Por ello mi camino a casa fue lento y a la vez largo, estaba más que interesado en llegar y abrazarlo. Mi cachorro, mi pequeño cachorro.

Había logrado escapar las noches de viernes al llegar a un acuerdo con Nirvana. Él me había pedido dejarle los sábado libres, para poder hacer su propia vida social, lo que me parecía un trato justo. No estaba en mis planes volver a contraer pareja, volver a salir con alguien o siquiera volver a pensar en otro alfa. Me había mantenido bien hasta el momento, lo malo es que mis feromonas habían vuelto a atraer a muchos alfas que pululaban alrededor de mí como perros alzados. No estoy en celo, pero mi aroma los atrae, es tan fastidioso. Dos de ellos ya habían comprobado que no era buena idea meterse conmigo y pronto se corrió la voz en el bar Lynx de no molestar al “omega de ojos jade”. Así me decían ese par de idiotas, estaba más que furioso por recordar eso.

Por lo menos ahora tenía un poco de paz en el bar Lynx, asique me había vuelto el cliente exclusivo de los viernes. Bebía mi trago sentado en la barra del dichoso bar cuando sentí el aroma de algunas feromonas conocidas, feromonas alfas. Rodé los ojos y elevé el vaso para llevarlo a mis labios. Ya hasta había olvidado que a mi pequeño cúmulo de problemas se le sumaba el hecho de ser un doble agente que trabajaba para la Mafia Oriental, al ser un sicario de la Mafia Rusa. ¿Algo más le interesaba que hiciera al puto universo?

Sentí como el vaso era arrebatado de mis manos y cómo aquel aroma conocido se posicionaba detrás de mí, o mejor dicho, a mi derecha en la barra. Lo miré con cara de pocos amigos y se me escapó un gruñido con toda la rabia que sentía cuando me arrebataban cosas de las manos.

—Tu no bebes, ¿qué haces con esto? —preguntó de repente y se sentó junto a mí, tomando mi bebida de forma descarada.

No le dije nada y simplemente lo miré con odio. Mis feromonas se iban agolpando a mi alrededor, se iban haciendo cada vez más densas y demostraban el enorme odio que me estaba provocando. Esto hizo que semejante idiota, alias Azazel, se volteara y me mirara riendo por mi expresión.

—Oh vamos, no te enojes. Sobre que te cuido… —dijo en doble sentido y lo capté perfectamente.

—Nadie te pidió ayuda —respondí arrebatándole mi Peach Mojito y bebiendo todo de un solo trago. Lo miré con soberbia y le gruñí al ver que ni se inmutaba. Era tan denso. — ¿Ya me dirás a qué viniste?

El contrario rio para sí mismo mientras pedía otro trago, uno mucho más fuerte. Sí sabe que este es territorio de los chinos, ¿no? Aunque claro, podemos entrar en cualquier territorio por el simple hecho de ser sicarios.

—Pues vengo a decirte que tenemos una misión —me dijo con la misma altanería. Eso me fastidiaba, esta vez no estaba de humor para decirle que sí tan fácilmente.

— ¿Tenemos? ¿Por qué no se lo pides a Gabriel? Él y tú van juntos para todos lados —dije molesto sintiendo como él liberaba de sus propias feromonas. Si se piensa que con eso me obligará, está equivocado. Sólo que me dé una buena razón para seguirlo a una misión que seguro será más que aburrida.

—Porque tienes que ir tú, ojos jade —me dijo a lo que apoyé mi codo en la barra y mi mejilla en mi mano. Esperaba algo mejor que eso. —Soy tu superior en la Mafia Rusa —dijo acercándose a mí, quedando a sólo centímetros su rostro del mío. Me miró a los ojos con su mirada penetrante, haciéndome sentir junto a un igual, pero recordando que estaba hablando con un alfa. —Y estás en la mira, Lucifer —me dije en un susurro, —Meyer sospecha de ti. O aceptas o aceptas —me dijo a lo que refunfuñé.

Hice un balance. Los orientales tenían más información de mí que los rusos, ellos eran mucho más peligrosos. No por mí, sino por mi familia, mi hermano y su familia, mi hijo y cualquier allegado suyo. Estaba sintiendo poco a poco como me acorralaba en esta posición, donde yo mismo me había metido y ahora estaba en un callejón sin salida. Deberé sucumbir a sus pedidos, después de todo es más una relación laboral. Ahora bien, lo que me hace ruido es que quiera cubrirme. No me ha preguntado o indagado sobre si soy un traidor o no, supongo que o me ha investigado o simplemente hay gato encerrado en todo esto. No puedo sacar a flote mis verdaderas intenciones o misiones, me quedaría sin protección rusa o asiática. Al diablo con todo.

— ¿A dónde tenemos que ir, idiota? —le dije de mala gana provocando una sonrisa socarrona en su rostro. No sabía que con eso estaría sentenciando mi destino.

Desde ese día sus pedidos aumentaron junto con mis misiones. Apenas sí tenía tiempo de escribir los reportes para Mr. Chang y obviar las misiones que me daban los orientales, tenía demasiado en mente en esos momentos. Tampoco quería descuidar a Razvan, estaba comenzando la escuela y tenía momentos complicados, no podía descuidarlo de esta manera. Los momentos para dormir se hicieron de mejor calidad y de menor cantidad, tenía que mantenerme al ritmo de los alfas sin utilizar supresores de más y eso a veces me retrasaba.

A veces Gabriel iba en las misiones, siempre terminaba peleando con él y él enfadándose conmigo. Por algún motivo nunca reaccionaba más allá de gritos y refunfuños, podía comprender que era porque Hadriel rondaba cada vez que eso pasaba y yo no lograba entender sus motivos. No se lo pregunté, no tenía sentido pensar más allá de lo que estaba explicitado en mi contrato, nada de lo demás debía importarme siquiera.

Mañana, tarde y noche, cualquier día de la semana era motivo para que me hablara y me diera más misiones. Llegaba al viernes más cansado que de costumbre, los sicarios no tenemos días de descanso, sino misiones que cumplir, pero en este caso estaba siendo demasiado duro. Me sentía agotado, pero de buen ánimo. Poder torturar a diferentes alfas, destrozarlos hasta que sucumban ante el dolor, dependiendo de la petición del cliente, era lo mejor. En este caso el cliente era Meyer Petrov y ese omega que tenía a su lado, Sergei Ivanov. Lo había visto en pocas ocasiones, pero siempre se mantenían juntos, ese chico destilaba olor a omega marcado. Era más dulce y agradable que mi aroma, eso era seguro, y no importaba cuando tiempo pasara, siempre nuestras miradas se cruzaban en esos lapsos de segundos. Sergei es más parecido a mí de lo que podría imaginar.

Llegó un momento en el que una llamada llegó a mi celular personal, aquel que usaba sólo para la Mafia Rusa. Era un viernes por la noche, acababa de acostar a Razvan y de acariciar sus cabellos, besar su frente y hacerle cosquillas como todas las noches. Ese pequeño era la luz de mis ojos, mi vida entera, era el ser que había jurado proteger con mi vida. En eso estaba cuando el celular me sonó, era precisamente el dichoso alfa quien me llamaba.

— ¿Qué quieres ahora? —le dije a través del celular.

—Necesito que hagas una misión mañana —fueron sus palabras, toscas y mandonas, como siempre.

—Piérdete, mañana no puedo —le respondí, recordando que no tenía quien cuidara a Razvan el día sábado.

 — ¿Qué puede ser más importante que seguir los lineamientos de tu superior? —me dijo. “Mi hijo” me hubiera gustado decirle, pero no podía decir eso. Por ese motivo, no le respondí y nada más suspiré con pesadez. — ¿Tienes reunión con alguien más? —preguntó de repente. “Nada más alejado de la realidad” pensé y negué con la cabeza. —Ojos jade…

—Que no es nada de eso —dije antes de que siguiera diciendo cosas sin sentido. —No puedo, dile a Gabriel —dije finalmente y corté la llamada. Estaba cavando mi fosa quizás, pero no me importaba, podía con ello.

Pronto llegó un mensaje, del mismo remitente. “¿Ya no aguantas el ritmo de un alfa?” decía aquel mensaje y no pude hacer más que chasquear la lengua y ni siquiera responderle. Que piense lo que quiera, que haga lo que quiera, tengo una prioridad, y no dejaré que nada ni nadie se interponga en ello.

Me siguió llamando, como si nada hubiera pasado, como si nada le hubiera dicho. Seguimos haciendo misiones los dos solos y podía sentir como de a poco comenzábamos a coordinar más. Nuestros movimientos, nuestras armas, nuestros objetivos… todo parecía coordinar a la perfección y causar una sensación de planificación que no existía. De a poco nos comenzamos a comunicar mediante olores, miradas, palabras en clave, era extraño, era como tener un compañero. Jamás había trabajado con nadie, jamás había hecho tantas misiones acompañado, siempre pensé que tener un compañero sería molesto y aún más los alfas. Siempre intentando colocarse por delante, intentando avanzar aún sin mi ayuda, siempre intentando ser mejores que yo sólo demostrando que eran perros inútiles. Pero con este tipo era diferente, era como tener un par, como un verdadero compañero. Ahora entendía un poco porqué hasta Gabriel había elegido tener un colega de esta manera.

Fue cuestión de tiempo para que su querido Bro se uniera a las misiones, aunque sus feromonas denotaban el disgusto con mi presencia. Ese sujeto sí que odiaba a los omegas y yo estaba completamente en su camino, a su lado y detrás de él. Con el tiempo aprendí a molestarlo y ver que no me hacía más que gruñir y despotricar insultos a diestra y siniestra. Entendía que su compañero tenía algo que ver en todo eso, y el hecho de que fuera parte de la misma organización que él colaboraba. Adoraba jugar con fuego estando cerca de él y liberando feromonas que, para colmo, no eran tan dulces como las de un omega común y corriente por la marca, pero sí atrayentes. Sabía que le atraía igual, por sus inhumanos instintos y aún así no me importaba. El cambiar de supresores inyectables a una dosis menor colocada una vez a la semana me había cambiado hasta le humor. Más descarado y activo, más imprudente y más consciente de los alfas a mi alrededor, parecía que había regresado a ser un joven de 25 años.

No supe en qué momento ambos alfas me invitaban a sus dichosas noches de cazar omegas, no supe en que momento terminé saliendo con ellos después de algunas de las tareas que nos encomendaba Meyer. Era como una suerte de salida después del trabajo, como una especie de festejo por un trabajo bien hecho. A veces me sentía incómodo y prefería irme solo, regresar a casa con mi hijo y mi vida tranquila. Odiaba quedarme hasta tarde fuera de la casa días que no fueran los viernes. Además, al día siguiente iba a la empresa, mantener mi fachada era importante para tener mi vida tranquila, demasiado tiempo y dinero había ocupado en tener una vida paralela encubierta.

Tampoco comprendí en qué momento mis viernes de soledad en el bar Lynxs se volvieron viernes compartidos con Hadriel. El sujeto caía de repente y se sentaba a mi lado a beber o simplemente a molestar, con el tiempo me di cuenta de que no estaba ahí solo para darme misiones. Aún no podía bajar la guardia, para mi intenta sacar información de mi persona, aún intenta descubrir qué hago realmente de mi vida y seguro esa será la sentencia de muerte de mi hijo. No podía hacer eso, me dedicaba a esquivar varias preguntas y preguntar otras. Conocía su fama, conocía sus antecedentes gracias a Larunda quien hizo sus averiguaciones cuando le conté lo que estaba pasando. Este hombre definitivamente algo quiere de mí.

Más allá de ello, conversar con él se había vuelto entretenido. Sabía de muchas cosas y sí tenía un sentido del humor bastante interesante, era un hombre que había vivido muchas cosas a lo largo de los años. No mencionó el asesinato de sus hijos y era un tema que yo tampoco quería tocar, no quería conocer su locura que era famosa en todos lados, que era conocido en todos lados, no quería conocer a Azazel. Si iba a hablarme y a fastidiarme todos los viernes, pues le pediría saber algo más interesante que conocer la vida de Azazel, quería conocer a Hadriel Monroe. El hombre detrás de ángel caído, detrás del asesino, seguro podía ser algo más que un aburrido sicario. Yo era sicario, era aburrido hablar de trabajo siempre. Si tengo que soportar su voz, pues prefiero que me hable de algo que no sepa.

Reía con él y me hacía olvidar un poco lo que podía ser mi vida. A veces me pedía tragos él y me daba los más suaves y livianos, al parecer saber que el alcohol no es lo mío me favorece. Al principio prefería echarme el humo de cigarro en la cara para que me ahogara y reírse de mis reacciones. Pero pasados varios meses dejó de hacerlo, no entendía si se había compadecido de mis pobres pulmones o me estaba tomando cierta consideración dado que se quedaría sin compañero. No importaba, importaba que estuviera allí.

Terminaba contándole por encima la vida de Martel Bogdan, obviando la vida de Marcos Rohde, aquel agente de negocios de Balan Inc., y dejándole conocer casi por completo a Lucifer. La línea entre mis tres vidas era muy fina y a veces había cosas que sabía que él sabía, pero que no decíamos ninguno de los dos. Sé que mis feromonas desprenden parte de mi historia: omega marcado y con cachorro. No podría desprender identidades, eso era algo positivo en muchos sentidos, aunque claro que cargaba un cierto estigma en mí. No me importaba, si él quería alejarse de mí, mejor. Así volvería al inicio, pero no.

No se iba, quizás no quería, al contrario. Lo vi sonreír de forma auténtica y lo vi reír de algunas tonterías. Era una persona bastante divertida y me hacía reír a mí también. Sus feromonas alfas eran un tanto amargas al principio, más bien ácidas, y se fueron suavizando a medida que pasaba el tiempo. Quizás las mías estaban igual, igual de suaves no lo creo, pero sí bajando considerablemente la enemistad entre ambos. Nos tomábamos un trago y nos quedábamos hasta tarde conversando, a veces las noches se tornaban más bien frías y ese viernes no me había llevado abrigo.

Cuando la primera briza corrió y me dio de lleno en la espalda, que quedaba al descubierto gracias a algunos detalles de aquella prenda que había elegido llevar esa noche, me estremecí y sentí un ligero escalofrío. Hadriel tomó su propio abrigo y lo colocó en mis hombros, esa fue la primera vez que me sonrojé a su lado y que nuestros ojos se cruzaron sólo por milésimas de segundos. ¿Acaso me está pareciendo lindo este idiota? No puedo creer que mis gustos sigan siendo igual de malos que antes. Los ocho meses que llevábamos con estas charlas de viernes por la noche estaban haciendo estragos en mi cabeza.

—Ya es tarde —le dije en un momento. —Lo mejor será irme ya —comenté y me quise quitar el abrigo para devolvérselo, pero él se negó.

—Llévalo, me lo devuelves después —respondió a lo que simplemente asentí.

Me puse de pie, bajando de aquella banqueta alta antes de comenzar a caminar hacia la salida. Le había despedido apenas, no solíamos tener grandes despedidas, si después de todo nos veríamos la próxima semana o quizás el domingo, sólo especifiqué que los sábados no podía realizar ninguna misión. Admito que con el tiempo había comenzado a ser un hábito el charlar con él y pasarnos horas debatiendo cosas importantes y a veces estupideces, no era un tipo particularmente aburrido fuera del trabajo. Tenía su gracia, claro que tenía su gracia, como todo alfa que llamaba la atención de los omegas. Varios en la Mafia Rusa lo miraban con otros ojos, a Leviathan también, pero a éste último nadie le hablaba por miedo a su reacción, al menos sí se acercaban a Azazel. A simple vista…el alfa siempre trataba con galantería a todos y todas los que se le acercaban, aún así no puedo garantizar que no les destroce el corazón.

Apenas salí del bar sentí el viento chocar contra mi rostro, realmente estaba haciendo frío en esas épocas. ¿En qué momento había llegado el invierno y no me había dado cuenta? Nada más cerré mejor el abrigo, abrochándolo y sintiendo el aroma del alfa llegar a mis fosas nasales. No me desagradaba, pero sí era extraño, había ya pasado un buen tiempo desde que el aroma de un alfa distinto estuvo sobre mi cuerpo. El aroma de Paul aún solía llegar a mis sentidos, ya ni el de Samatoki quedaba sobre mí. El odioso no había querido marcarme cuando tuvo la oportunidad, ahora ya era tarde, ya había perdido toda esperanza de encontrarlo o siquiera de ver a mi hija.

¿Por qué estoy pensando en eso justo ahora? Ya decidí que no tendría más parejas ni alfas y mucho menos betas. Suspiré levemente cuando sentí una mano posarse en mi hombro y me sobresalté. Pronto identifiqué el olor por lo que me calmé un poco, me volteé y lo miré. El aliento se notaba saliendo de sus labios y su rostro parecía sorprendido, no entendí qué estaba pasándole. Estuve a punto de hablar cuando él abrió la boca antes…

—Ven mañana —me dijo y me quedé estático. Seguro que no pude ocultar mi mueca de incredulidad, por lo que ladeé la cabeza. —Sí, ven mañana y hablemos de nuevo, tomemos algo… Yo invito.

—Casi siempre invitas —le dije sin responder a sus preguntas. Él frunció el ceño y se le escapó un gruñido, estaba frustrado. —No puedo.

— ¿Por qué? —eso fue todo lo que Hadriel dijo, afianzando el agarre sobre mi hombro. Gruñí y aparté su mano.

— ¡Que no puedo, te dije! —contesté casi gritando.

— ¿Por qué? Tampoco haces misiones los sábados…

—Porque no, no puedo los sábados —respondí sin más.

— ¿Por qué? —reiteró.

— ¡Sólo no puedo! —grité.

—Dime el porqué, ¡ahora! —dijo usando su voz de mando, lo que me hizo encolerizar. Soy un omega marcado e incluso asesiné yo mismo a mi alfa, soy el único que me puedo mandar.

— ¿Por qué te diría? ¿Por qué te importa? —le desafié.

—Porque no me cierra, tu marca no me cierra tampoco —dijo mirándome a los ojos.

Nuestras miradas se chocaron, era un frenesí de caos y desafío, de dos personas que se entremezclan a la hora de decir verdades, dos personas que intentan superar al otro y a su vez… Dos personas que comparten cosas en común. No me ha traicionado hasta ahora, no ha hecho nada malo hasta ahora, pero no podía confiar en él, no debía en realidad. Acepté su presencia, acepte que estuviera a mi lado, acepté que él y yo podíamos hablar sin pelear, que él podría estar de mi lado aún enfrentado contra Gabriel. Pero… ¿cuál es su límite? Quizás no lo tenía. Pero a nadie más le prestaba tan atención, a ningún aliado tenía de esta manera, ni siquiera a esa omega con la que había salido con anterioridad. Podría arriesgarme y asesinarlo si las cosas no resultaban como quería. Larunda era quien mejor podría comprenderme y quien sería capaz de ayudarme si algo salía mal. Ella es mi respaldo.

—Tengo un hijo —fue lo único que salió de mis labios.

Sus ojos se abrieron como platos y, por primera vez desde que lo conocía, podía ver su rostro de sorpresa. Yo bufé y me crucé de brazos, él realmente parecía sorprendido aunque mis feromonas gritaban “cachorro” a veces, dudo que no haya sacado sus conclusiones.

—Oh vamos, no me digas que no lo sabías. Me has investigado —le dije sin más y él sólo negó con la cabeza.

—No esperaba un hijo —me contestó, parecía sincero. Sonreí apenas y bajé levemente la cabeza.

—Sí, tiene 9 años —dije dando un pequeño dato más.

—Pero…

— ¿No te coincide mi edad? ¿Tan joven me veo? —dije bromeando y riendo ante su reacción. Él rio conmigo hasta que sentí sus brazos abrazarme por la cadera y acercarme a él.

—Puedo ir a tu casa entonces —dijo riendo.

—No meto alfas a mi casa, lo siento —contesté, apartándolo con mis manos.

—Puedes venir a la mía —me propuso en tono cantarín, aflojando el agarre.

—Cuando tenga mi celo lo pensaré —dije con vivo aire de coquetear, sus feromonas definitivamente me están afectando.

— ¿Me dejarás pasarlo contigo? —cuestionó, acercándose.

—Te dejaré marcarme, sólo si entro a tu casa. ¿Trato? —dije moviendo mis caderas en forma tentadora.

—Trato —dijo y acercó su rostro para besarme pero lo moví haciendo que sus labios tocaran mi mejilla. Reí por lo bajo ante su refunfuño.

—Debo irme ahora… —me separé de él y comencé a alejarme lentamente.

—Espera, ¿cómo se llama tu hijo?

Lo medité por un par de segundos, simples pares de segundos. ¿Más información de la que ya le había dado? Más información de la que ya tenía, sí, justamente eso quiere. No estoy seguro de si quiero brindársela. Pero ya era cuestión de tiempo para que lo averiguara, no necesitaba decirle más ni menos que lo que me había preguntado.

—Razvan… —respondí antes de seguir mi camino, hasta que nos crucemos nuevamente. 


jueves, 3 de diciembre de 2020

Más allá de la muerte... - Omegaverse



Por Yaiza Akemi


Un dulce aroma invadía sus sentidos, caminando entre los pasillos de aquel complejo, se preguntaba cual era el siguiente paso que daría.

Regresar a SinCity había sido... peculiar, a lo que realmente le hubiera gustado admitir y aun mas el recordar aquel primer encuentro con el que era su padre, lo descolocaba.

Desde la muerte del menor de los Vega se la pasaba mas callado de lo habitual, había dejado de fumar en consecuencia, algo que su hermano le había cuestionado pero que incluso él no entendía.

Negó con la cabeza soltando un suspiro, siguiendo sin pensarlo aquel rastro dulce; la sorpresa de conocer a los Bogdan, la incertidumbre al saber su relación con Huang y aquella mirada asesina del patriarca Pritchard solo lo ponía mas tenso.

Jamás imaginó, aquel día que lo rescató y al verlo en brazos de sus padres, que ese pequeño omega diera tanto impacto en el futuro, y aun mas a toda aquella gente mas allá de esa línea de tiempo. Pero tu recompensa llegara Sr. Monroe le había dicho aquella singular mujer, maldición ese día estaba mucho mas pensativo... mucho mas melancólico.

Deja de pensar... provocaras un incendio si sigues así escuchó a un costado, girando la cabeza para ver a su hermano caminar a su lado.

 ¡Hey! No imagine que hoy te viera por acá comentó sonriendo ante su burla, realmente no estaba de humor para empezar alguna absurda riña con él. —No me digas que hay mas trabajo suspiró, últimamente con aquellas revueltas y guerrillas todo era un caos entre las mafias y el poder.

No... Dime, ¿no detectas un aroma particular? le preguntó en su tono serio, aquel que le informaba algo iba mal, dejando a un lado todas sus divagaciones se centro a lo que le mencionaba, pero solo ese aroma dulce que detecto desde que llego era aquel al que le seguía.

Si... el ambiente esta un poco mas vaciado pero es normal, ¿no? Al final estamos rodeados de omegas soltó sin importarle, recibiendo una mirada de sorpresa.

— ¿Qué es lo que hueles? su pregunta lo descolocó, deteniéndose y observar como dos pasos adelante el contrario imitaba su acción girando un poco la cabeza.

Hum... ¿pues dulce? No se... es peculiar el aroma... Pero me da demasiada tranquilidad, me gusta soltó acariciándose la barbilla y retomando su caminata. Su hermano no menciono nada mas, en diversas ocasiones solía hacer eso e imaginaba que era por su odio a los omegas que no le gustaba esos olores.

Poco a poco se acercaron a aquella habitación donde se llevaría acabo la reunión, aunque grande fue la sorpresa de ver a todos afuera, el choque de aromas le molesto, mas por que aquel suave aroma se desvanecía, inconsciente libero una gran cantidad de las suyas.

Poco a poco todos se callaron solo observándolo, algo que le incomodo, chitando la lengua abrió la puerta e ingreso. Adentro para su agrado estaba ya Martel, sentado observando con su ligero seño fruncido a la ventana, aun mas allá de esta, tras de él recargada en una pared se encontraba Larunda.

Sonrió para sus adentros dispuesto a molestarlo pero la mano de su hermano lo detuvo sentándose hasta el otro lado de la mesa. En toda la reunión el menor no había apartado la mirada de aquel cielo y solo contestaba con monosílabas. ¿Qué estaba sucediendo? No lo comprendía, pero tampoco era algo fuera de lo normal, se dijo para tranquilizarse.

Tras terminar la reunión y alejarse de los demás ángeles caídos quiso ir a buscar a aquel omega pero este junto a la mayor ya habían desaparecido. Hacia un par de meses lo había marcado como su omega; pero desde aquella noche no habían podido entablar alguna conversación "normal".

Estaba intranquilo, puesto que a pesar de saber que todo había sido bajo su consentimiento y petición, aun rehuía de él.

Lo veras esta noche soltó su hermano empezando a caminar. Vamos tengo que ir a la armería. Sin comprenderlo del todo siguió al otro, sacando una goma de mascar.


....


El suave tic toc lo tranquilizaba recordando viejas costumbres que habían pasado a mejor plano hacia ya 8 años.

Hadriel, cariño... ya es hora de despertar escuchó una linda y cálida voz hablarle, aquella que solo en sueños recordaba con claridad. Los niños no tardaran en cruzar esa puerta... yo te lo advertí fue lo ultimo que mencionó con ese tono burlón y despreocupado, sintiendo como aquel lado del colchón un peso se quitaba de encima, haciendo que despertara de un solo golpe.

La habitación, que un día compartió con aquel omega, se encontraba en penumbras; volvía a escuchar su voz, algo que no tendría por que pasar con el medicamento establecido. Volvería a acudir con aquel medico peculiar... aunque no era del todo su agrado, Yut Lee había podido establecerlo sin tantas drogas.

Se quedo semisentado sobre aquella cama, aquel dulce aroma había desaparecido desde hacia años, reteniendo solo su recuerdo en aquel guardarropa que prohibía a todos acercarse; ahora los olores a sangre, mugre y aquellas hormonas agrias suyas era todo lo que quedaba de ese lugar.

Papá, es hora de levantarse... el tío Gabriel no tardara en llegar y tu no puedes siquiera moverte de ese lugar fue lo primero que escucho al ser abierta la puerta de su habitación, soltando un tenue gruñido al ver a aquel joven de 16 años caminar a sus ventanas y abrir de lado a lado las cortinas.

— ¡Ve que desastre tienes en este cuarto! seguía, recogiendo poco a poco sus prendas llenas de sangre y lodo esparcidas por la habitación.

Razvan, ya acomodare después soltó en un bufido observando como el menor se detenía a mitad de su trabajo y lo observaba con tristeza liberando feromonas de omega... Espera, ¿omega? Razvan es alfa... aun recordaba aquella tarde cuando su esposo se había percatado de ello.

Padre, Razvan dejo la casa ya hace 6 años... escucho una voz profunda desde el marco de su puerta.

Un gruñido involuntario le inundo la garganta al identificar a otro alfa en aquella habitación, pero al girar la mirada y chocar con aquella mirada verde oscura se quedo helado, ignorando que esta lo observaba con indiferencia y molestia, era prácticamente igual que aquel personaje de sus sueños... y alucinaciones.

Vamos Ren, padre tiene que bañarse comento aquel pequeño alfa estirando la mano para que el menor la tomara y juntos salieran de la habitación.

¿Qué mierda era lo que estaba pasando? No lo recordaba pero su instinto lloro por la perdida de algo, o de alguien.

Como un autómata se levanto del lugar observado que en tan poco tiempo ese pequeño omega ya había limpiado aquel cuarto.

Con un gruñido de molestia fue al baño observando su reflejo en el espejo de este, aquel rostro desgastado, con esa cicatriz que le marcaba el ojo derecho recuerdo de su incompetencia, esas marcadas canas que en sus coronillas estaban mas tupidas cada día y aquella barba de meses, le recordaron que los años no habían pasado en vano y que en unos pocos días cumpliría ya 51 años.


...


Había sido una misión como cualquiera, y a pesar de que toda la noche intento acercarse al menor, no lo había logrado, algo que ya lo tenia enojado y desesperado.

Su hermano había tenido razón y aquella noche lo había logrado ver, pero algo en él estaba mal... su semblante pálido y aquella manera en que Larunda no se separaba de su lado lo molestaba.

No lo provoques, ya te ayudare a estar solo con él le comento Gabriel al ver que se impacientaba cada vez mas.

Así que esa noche siguió a la manada, matando y realizando aquella misión junto a los demás ángeles. Antes del amanecer llegaron a los muelles y como lo había prometido, aquel pequeño Omega se había separado de todos y al final tras varios bufidos, muertos y dos que tres llamados estaba enfrente de su Omega.

Por que si, con aquella marca en su cuello ya no lo podía negar, se acercó aun mas a él aprovechando que le daba la espalda, aunque sabia que por sus hormonas el sabia que ya estaba cabreado, aunque jamás lo vio moverse ni dudar o temblar... no, simplemente ese omega no reaccionaba a su presencia.

...Estoy embarazado... fue lo único que entendió, sabia muy dentro de su ser que aquel omega había dicho algo mas, que atrás de esa frase había una amenaza y advertencia. ... Tengo dos meses... son tus cachorros... comentaba serio, sin dejar de ver el amanecer que se posaba frente a sus ojos.

Aquello lo descoloco y lo hizo dudar, recordando de nueva cuenta las palabras de Morgan Pero tu recompensa llegara Sr. Monroe, y sintió un gran abismo bajo sus pies.

Como era posible que eso pasara; no, lo sabia... aunque no quería admitirlo, desde que aquella noche lo anudo lo supo; y una carcajada lo libero.

Su ser bestial gritaba con alegría, desde la muerte, homicidio se corrigió con amargura, de sus propios cachorros jamás imagino que algo así pudiera volver a pasar, y en un arrebato tomo al menor de la cadera, girando su cuerpo para que este se quedara frente a suyo, y lo beso... Un beso lleno de dicha y del amor que le recorría. Estaba feliz, completo al saber que algo así podía suceder y sin poder contenerse lleno toda aquella área de sus hormonas, cargando al menor y brincando con el en brazos.

La sorpresa del menor en su rostro era todo un poema, por lo que imaginaba, y muchos años después su omega se lo confirmaría, temía de la reacción que aquel demonio tuviera bajo esa noticia.

Eso explicaba por que siempre estaba viendo hacia las nubes, por que siempre se tocaba el vientre y suspiraba con melancolía, esas extrañas comidas que el menor luego tenia y por que Razvan se había vuelto tan posesivo con su papá de la noche a la mañana.

En verdad no comprendo como no te diste cuenta antes mencionaron varios de los ángeles aquella madrugada, mostrándole que ese aroma dulce provenía de su omega y aun mas, por la marca pasada, él era el único que lograba identificar el aroma dulce alrededor de Martel.

Toda la tarde y los próximos 8 años los había vivido en una burbuja de miel, jurando por su vida que jamás tocaría ni un solo pelo de aquellos hermosos seres que su omega le había regalado...

Siendo la adoración de Razvan, la esperanza de sus padres, de ser los primeros en blandir el corazón del amargado de su hermano y todos esos ángeles que los rodeaban.


...


Bajó las escaleras, observando a su alrededor como todo parecía ser de tonalidades grises, opacas.

Ren, come algo, se nos hará tarde y ya estas demasiado flaco escucho de una habitación que sabia inconsciente, era la cocina.

No recordaba hace cuanto, pero esa casa solía ser de tonalidades brillantes, siempre había música o risas, discusiones que en ves de preocuparlo siempre lo mantenían con alegría.

Abrió la puerta y un pequeño recuerdo de un Omega dándole la espalada y silbando, mientras intentaba no quemar la cocina junto a dos sillas altas donde pequeños y curiosos cachorros lo veían, le inundo la cabeza.

Ahora solo aquel alfa de cabello largo y ya con varias canas como el suyo propio, estaba tras esa parrilla, en la mesa estaba Akibel y Ren; esos pequeños cachorros con caritas regordetas ahora ya eran unos jóvenes.

Siéntate a comer, no solo te quedes en la puerta menciono Gabriel y sin poder contradecirlo, en silencio se sentó enfrente de los menores.

Cuanto tiempo había perdido la realidad... no hace unos meses Razvan tenia esa edad, ¿dónde estaría su hijo mayor?

— ¿Por qué no esta Razvan en casa? pregunto con algo de duda, empezando a sospechar que eso ya lo sabia pero no podía recordarlo.

En este momento debe de estar con los Croatas, espero que Tonino lo termine de convencer de que esa no es una buena unión comento con seriedad y un tanto de molestia su hijo alfa; aquello no respondía su pregunta, simplemente le generaba mas dudas.

¿Tonino? Ese quien era... Augusto y la Cosa Nostra, ese es otro nombre y el omega de su hijo mayor no tiene nada que ver con ese nombre.

— ¿Vamos cariño no lo recuerdas? El viejo Chang le cedió ese nombre a Qiang tras entregarle a la mafia Oriental escuchó en un susurro con ese tono burlón e infantil, oh su "cuñado"... pero que tenia que ver los Croatas en todo esto.

Un plato con huevo y tocino lo regreso a la realidad, sonriéndole a su hermano para empezar a comer, observo a detenimiento a su pequeño Akibel, se parecía a el en muchos sentidos solo aquellos ojos verdes oscuros era el recuerdo de su padre omega; no le prestaba atención, comiendo con calma metido en sus pensamientos.

Con una risa baja giro la mirada a su pequeño Ren, que observaba con tranquilidad hacia la ventana de la cocina, no había probado bocado alguno, y aquellas facciones y cabello le recordaba mas a su omega, aquel gesto perfilo entre lo que había mas allá de la ventana lo descoloco; observando como fruncía ligeramente el seño y se acariciaba inconsciente su vientre.

Aquello recordaba haberlo visto anteriormente, como una película antigua que sabes esta en tu memoria pero no la puedes reproducir con facilidad.

No me gusta Gabriel para Ren escucho en la habitación desconsolándolo y buscando a aquella persona que lo había dicho Jamás estuve de acuerdo con que fuera su padrino... pero tenias que insistir termino por decir aquella figura.

Estaba como lo recordaba, con aquellos ojos jade llenos de molestia y esas ligeras prendas que siempre lo volvían loco; tenia su cabello semi recogido en una coleta, con sus pantuflas de peluche y un delantal con la leyenda "No se cocinar, así que no molestes"; que le compro en una ocasión para una parrillada.

Recargado cerca de el lava platos, cruzaba los brazos frente al pecho y veía con molestia a Gabriel, este si se inmutaba; girándose al ver que no le contestaba.

— ¿Que? soltó fuera de su ensoñación.

.... Regresaremos a las 6, Hadriel si no te sientes bien mejor ve a descansar; Akibel tiene que acudir a una exposición así que comeremos afuera hablaba con determinación terminando de escombrar y limpiar aquella mesa, cosa que lo desconcertó aun mas al ver que solo su plato estaba frente suyo; sus hijos ya se habían levantado e ido a prepararse dejando a los adultos solos.

Martel no quiere que estés con Ren soltó, como si hablara del clima, razón por la que el contrario se descoloco.

— ¿Qué dijiste? preguntó... ¿molesto? No sabia realmente como interpretarlo.

Que Martel no te quiere cerca de Ren... así que no lo hagas molestar, ¿ok?, se que eres su padrino pero creo que sospecha de algo se quedo callado por unos minutos, ubicando aquella expresión de su hijo, como es que era posible eso...

— ¡¿Tu?! ¿Es enserio? Gabriel es tu ahijado como puede ser... pero el gruñido del mayor lo detuvo, sintiéndose mareado y molesto.

— ¡¿Desde cuando ves a Martel?! lo sintió rugir, sintiendo aquel malestar en la cabeza Dime que te has tomado aquellas pastillas, mejor aun dime que no le has dicho esto a los mellizos demando exasperado, suspirando para tranquilizarse al ver a Ren asomarse por la puerta.

— ¡¡¡Ya estamos listos!!!- grito feliz, sin prestar atención a nada; pero aquella mirada que Akibel le regalo le dijo que él si sabia lo que estaba pasando.

Aquel reclamo y reproche mudo le partió el alma, junto el ardor de aquella herida en su ojo; que era lo que estaba pasando.

Regresaremos a las 6, descansa que tenemos mucho de que hablar cuando regrese demando su hermano, tomando a Ren de la mano y a Akibel del hombro para salir de aquella habitación dejándolo solo.

Valla hermano, si que la has cagado re lindo comento Mia, su pequeña hermana que a pesar de los años seguía estado igual Te dije aquella noche que no hicieras sufrir a ese omega, pero como siempre jamás me haces caso... en fin ahora él esta acompañándome para siempre menciono en una risa infantil, taladrándole la cabeza.

Sin realmente poder hacer algo, simplemente gruño con molestia soltando ligeras lagrimas mientras intentaba volver a olvidar todo a su alrededor.

El Favor - Mafia



Había tardado en leer la carta que me envió mi colega, admito que no era el más aficionado a la lectura. Es más, Dany solía ser la que me regañaba para que leyera más seguido y leyera todos los informes en vez de guiarme por los que decían mis subordinados. Ella tenía tanta razón en esos momentos y, admito para mí mismo, que siempre le daría la razón aunque nadie debía saber de este trato con ella. Aún la tenía presente, aún la sentía a mi lado, aún guardaba la foto de nuestra boda como un recuerdo grato del bello momento que fue. Nunca encontraré una mujer como ella, nunca encontraré a otra persona que se le iguale y a la que ame con tal pasión.

Nuestra conexión fue inmediata, cuando me la presentaron, cuando la trajeron delante de mí como si fuera un despojo. Malvestida, malcomida, moreteada y con el cabello desarreglado, tanta mugre se encontraba encima de sus cabellos rubios que podía hasta dudar de su naturaleza. Aún así, cuando elevó la vista, sus ojos chocaron con los míos. Tan profundos como los destellos en el mar, su luminosidad podía ir más allá de la eternidad, más allá de la fuerza superior, más allá de mi comprensión. Ella era hermosa, fuerte, aguerrida, lucharía por sobrevivir, estaba decidid a lograrlo. Una mujer fuerte e imponente, en eso quería convertirla. Ella no había nacido para servir, ella debía gobernar.

Si vos me dejaras nadar

En silencio bajo tus ojos

Puede que el espejo del mar

Quiera reflejar nuestros rostros


Esa mirada, esa conexión entre dos almas gemelas, entre dos seres que podían haberse encontrado antes pero no… Se encontraban justamente en esos momentos. No siempre el amor surge de dos cuerpos unidos por el sexo y la pasión, no siempre el fulgor de la pasión acarrea un sentimiento tan profundo. Daenerys y yo sentimos esa conexión de inmediato y sé que ella también lo sintió en ese momento. Ellos se conectaron en otro momento, un momento más extraño y alejado de lo convencional. Pero sólo era un loco para un demente, o quizás un zurdo para un derecho. Reí un poco de sólo recordarlo.

Sus miradas mientras danzaban en medio del mar de sangre, sus ojos compartiendo la pasión del momento, compartiendo algo más profundo que un mero derramamiento de sangre. Donde yo veía trabajo, donde yo veía mi simple labor como jefe de la Mafia Jamaiquina, ellos veían arte, veían ilusión; los veía incluso más cercanos que cuando, en mi segunda pasada por aquel pasillo, estaban conectados por aquel beso pasional en una pose bastante comprometedora. Mi chico sabe complacer, sabe lo que tiene que hacer cuando alguien lo besa, sabe qué hacer cuando alguien se coloca entre sus piernas, pero esta vez lo había hecho por deleite y pasión pura. Hacía tres días de aquello y al fin tenía mis momentos de paz para leer la carta.

No siempre podemos probar.

El sabor de la adrenalina

Pero nena no hay corazón

Que no haya probado una espina.

 —Maldición —me dije a mí mismo una vez hube terminado.

Mi colega era despiadado, era un hombre serio, frío y calculador, aunque pasional y descarado cuando se trataba de su preciosa hija, mi amada ahijada. Pero esto iba más allá de mis manos, iba más allá de mis posibilidades. Si tan sólo hubiera leído esta carta antes, otro sería mi pensamiento y mi resultado en estos momentos. Nada más negué con la cabeza y releí las palabras de aquel hombre.

El amor sólo estorba, una herramienta sin emociones es más funcional, es un arma sin debilidades. Además, quien no defendió a mi hija, quien se casó con ella por conveniencia, quien nunca se interesó en mi hija, no es más que un arma, una herramienta. No meceré un ápice de amor. Ni mi perdón. 

Me invitaba a guardar el secreto de cada una de sus palabras. Describía a Hazazel como un sujeto sin emociones, con vivo gusto por matar y el sexo, viviendo sólo y únicamente por eso. Afirmaba, con vivos y escritos jaja, que jamás se enamoraría aquel sujeto, que su frialdad y cinismo iba más allá de lo imaginado. Por eso decía que su propia personalidad había cavado su propia tumba y condenado a la soledad. Llevé mis manos a mi cien y la froté con fuerza y negación. ¿Cómo es que podía describir un hombre así cuando la evidencia me está diciendo casi lo contrario? La explicación estaba a la vista de todos.

Conociendo a mi colega, si esa arma no le servía la desecharía sin más. Pero si aún le sería útil, eliminaría el obstáculo. Arriesgarme a perder uno o dos compañeros tan valiosos era un riesgo que no estaba dispuesto a asumir por una tontería como el amor. Si dos almas son realmente almas gemelas se reencontrarán en el futuro o en su otra vida. Cuidaría mis negocios y a mi personal, no voy a perder a ninguno de los dos por sus niñerías. Con ese pensamiento salí de mi oficina y me recorría mi propia casa para buscar a Martel, él rara vez salía de aquella mansión sin avisarme o sólo, siempre iba escoltado, por seguridad suya y de terceros. Por todo eso era extraño no encontrarlo.

—Roberta —le llamé y ella me miró, estaba empacando las cosas antes de marcharse de nuevo a Alemania, para seguir a mi amada. — ¿Has visto a Martel?

—Salió con el Señor Monroe, como iba acompañado no consideré necesario avisar de forma inmediata —me explicó y yo nada más negué con la cabeza. Esto se estaba yendo de las manos muy pronto.

— ¿Dijeron a dónde irían? —pregunté con un deje de molestia.

—Supongo a la playa, señor McKelly. Iban poco vestidos —me explicó.

—Gracias —le dije con simpleza antes de salir de mi mansión y encaminarme hacia la playa.

Mi mansión no quedaba lejos de la costa y una playa personal. No me gustaba que mucha gente se entrometiera en mi residencia, por eso había terminado comprando todo un sector. En fin, de haber salido a la playa irían a esa, porque Martel tiene permiso de entrada y salida y Hazazel es un invitado. Necesitaba hablar con mi chico, convencerlo y amenazarlo de ser necesario. Necesitaba separarlos.

Sorpresivo fue para mí escuchar las olas del mar, el sonido del viento meciendo el agua con parsimonia acompañado del sonido de una guitarra. Sé que Martel sabe tocar la guitarra, eso no me sorprendía. Muchas noches, cuando el insomnio le atacaba o le prohibía abrir la ventana, lo sentía alejarse de mi cama y bajar a la sala para tocar en silencio. Sin embargo, esta vez la situación que me mostraban mis ojos era diferente. Quien estaba tocando la guitarra era Hadriel Monroe. Su voz era un tanto rasposa y se notaba que no era experto, pero afinaba bastante, no me sorprendería que en la entonación haya ayudado Martel.

Yo venía sin tropezar

Pero me enrede con tu lengua

Y cuando me quise correr

Vos me atrapaste entre tus piernas

Hadriel sostenía una guitarra y cantaba mientras se concentraba en tocar los acordes correctos y junto a él, con el cabello aún un poco mojado, sentado en la arena, con una sonrisa perdida y embobada, con las manos juntas, quizás porque estaba un poco nervioso, estaba Martel Bogdan. Una presa de poca monta, un prostituto infantil de los más caros, un chico que había pasado por más manos que comida, estaba sonriendo como si fuera un inocente niño enamorado por primera vez.

Sus ojos siempre determinados con acabar con cada obstáculo y hacer la vida imposible a cualquier persona que le cayese mal, estaban concentrado en las manos del mayor que se movían y en la voz que brotaba de sus labios. No, no estaba buscando fallas, estaba disfrutando del momento. Aquel chico orgulloso y altanero, que desafiaba aún sin saber si ganaría, estaba sonrojado y sonriendo, una sonrisa sincera de las pocas que lo he visto esbozar. Sus ojos celestes destacaban por su brillo, no eran opacos ni eran fríos como el hielo, estaba sintiendo algo.

El momento de despegar

Puede generar turbulencia

Nos soltamos el cinturón

¿Cómo puedo ser capaz de detener este momento místico, o mágico, entre ellos? ¿Quién soy yo para determinar que no estuvieran juntos un momento más? pensaba riendo levemente y volteándome para regresar por donde había venido. Soy un ser frío y distante a pesar de mi comportamiento jovial, alegre y despreocupado, sé perfectamente cuándo determinarme y cuándo comenzar. En este caso, darles un poco más de alegría juntos sería mi último acto de piedad.

Llévame más lejos amor

Esta luna ya la conozco

Vamos a hacernos el favor

Y que vuele todo hasta el cosmos

Escuchar su risa de fondo mientras caminaba me provocaba una sonrisa involuntaria. No soy egoísta, me gusta ver a dos personas felices y escuchar risas inocentes, aún provenientes de una puta, era una caricia al alma y digno de celebrar. Sólo les estaba dando una prórroga, un pequeño adelanto transitorio, hasta que decida cortar finalmente su crédito. Por hoy los dejaría disfrutar en medio de risas, cantos, el sonido de la guitarra y el mar.

El sueño de dos almas enamoradas será imposible para ellos, al menos me gustaría verlos juntos un tiempo más, escuchando sus risas como nunca antes fueron, ver a alguien más que sonríe con inocencia a pesar de ser un demonio. Nada más una sonrisa se dibujaba en mi rostro y mis emociones me llevaban a tener pena por aquellos pobres enamorados. Seguro escaparían juntos, vivirían una vida feliz alejados de todos lo que les hacen daño. Uff, he escuchado y dicho eso tantas veces pensé resignado.

No dejemos huella y tal vez

Se haga más liviano el camino

Que todo este viaje será

Para no llegar a destino

Sólo saqué mi celular y la llamé. La llamé como hacía meses no lo hacía: con una sonrisa nostálgica en mi rostro, con un andar lento y calmado, como si quisiera mantener mi cuerpo en el pasado mucho más tiempo.

— ¿Alex? —dijo ella detrás del aparato.

La sonrisa que se dibujó en mi rostro no la podía ver, pero si ella supiera el vuelto que ha provocado en mi corazón con la sola mención de mi nombre en sus labios y en su tono de voz. Era una verdadera reina, mi amada y codiciada reina. Ni Alemania era un obstáculo para ella.

Dame pecado, tierra

Dame agua. Espanto y llanto

Dame puñales a cambio

De sudor entre los dos

—Hola, querida —le dije sin quitar aquella mueca de mi rostro.

— ¿Qué quieres? —preguntó ella, tan directa e indiferente a la vez.

—Escuchar tu voz —contesté con simpleza y escuchar un “hum” del otro lado de la línea. —Te extraño, mi amor —le dije riendo, aunque era la mezcla de una verdad y un chiste.

—Tonto —dijo ella riendo también. Podía imaginar su sonrisa, su risa, hasta podía imaginar su ropa y su pose en este preciso momento. La conocía más de lo que ella misma sabía. —Yo también, McKelly —dijo antes de terminar de enamorarme.

Dame recuerdos, humo

Dame cielo, tiempo y viento

Dame el rio de tu cuerpo.