Dynastia Castellum

Mi familia había sido muy imponente, poderosa y soberbia, una dinastía capaz de controlar grandes longitudes de tierra. La importante Dinastía Castellum, dueños de la gran cantidad de territorios al sur del continente. Sus dominios iban más allá de las costas de los Mares de Dragones y sobrepasaban los límites de las montañas que convergían en la Cordillera Blanca. Su gran castillo principal estaba albergado por una gran selva que decían que le protegía de los ataques enemigos. Nadie que no sea bienvenido podría entrar en él, nadie que no fuera invitado podría atravesarlo, nadie que no quisieran que saliera podría salir. El castillo, el Gran Castellum, podría ser controlado a disposición de los miembros más poderosos de la familia. El poder dentro de esta gran dinastía estaba dado por las líneas de sangre, sólo el más anciano de ese momento tendría en control sobre la gran fortaleza que simbolizaba ese castillo.
El poder de conquista que poseía esta dinastía estaba basada en la posesión de un ejército tan poderoso que muchos le llamaban Los Inmortales. Se decía que nunca habían perdido una batalla, que todas las guerras que ganaron lo hicieron sin derramar nada de su propia sangre, pues ellos estaban protegidos por la misma fuerza que protegía ese enorme e imponente castillo. El Gran Castellum y Los Inmortales estaban protegidos por la fuerza, el poder, la magia de la Dinastía Castellum. Nadie comprendía el alcance de tal poder, de tal magnificencia y perfección que albergaba a dicha familia que, de ser simples reyes feudales, pasaron a gobernar longitudes de tierra tan extensas que pasaron a ser una Dinastía con el mayor poder político-militar de aquellos años.
Todo comenzó con mi ancestro, un hombre que en su niñez poco salía de esa casa medianamente grande que funcionaba como castillo principal de la familia y estaba ubicada tan al sur que se podía ver los Mares de Dragones desde los balcones de la misma. El niño tenía mucho miedo de los dragones que habitaban las bahías, no le gustaba verlos volar por el techo de su castillo ni posarse en los tejados de los mismos. Temeroso y asustadizo, el muchacho se recluyó en el sótano en total soledad. El nombre de ese muchacho era Petram Castellum, mi tátara-abuelo, hijo de Regina Castellum I y Fortem Castellum II.
Hay quienes dicen que, en el sótano de ese alejado y casi aislado castillo, el joven Petram aprendió las artes ocultas, la magia, la hechicería o las ciencias, en realidad nadie especificaba nada acerca de lo que hacía en ese lugar. En el primer libro que leí sólo contaba la historia pública de mi familia, nada de la interna real y verdadera que ocurría dentro de las cuatro paredes del castillo. Pero eso no me impidió seguir, pues ni yo misma conocía la vida pública de mi familia.
En su afán por no ver nunca más a aquellos seres más semejantes a lagartos gigantes con alas, de colores diferentes y no menos llamativos, con habilidades sorprendentes, a los cuales los seres humanos les dimos el nombre de Dragones, el joven Petram intentó matarlos. Pero su poder no fue suficiente como para eliminar a esos seres tan poderosos y desatar la ira de éstos fue su última excusa para emprender un nuevo y largo encierro en el sótano que tanto le había ayudado a idear maneras de lidiar con su malestar y su temor.
A la muerte de su padre, de una enfermedad que lo persiguió y lo mantuvo en agonía durante muchos años, Petram decidió tomar el mando del reino junto con su madre Regina, quien cayó en una profunda depresión de la que no lograba salir. El joven comenzó a reclutar campesinos que vivían bajo su seguridad para formar un ejército; los entrenó al interior del Gran Castillo durante varios meses. Al cabo de seis meses, Petram Castellum había logrado convertir a una suerte de malos campesinos en un ejército fornido y poderoso, dotados de las mayores habilidades que se hubieran visto con anterioridad.
El ejército de Patram partió al norte, en busca de un lugar mejor para vivir y con la promesa de darle una mejor vida a las familias de los campesinos que le siguieran como miembros del ejército. Y así fue como nació la leyenda de Los Inmortales. El ejército que se enfrentó con los castillos aledaños no tuvo bajas, no tuvo ni un solo muerto, aun enfrentándose al doble de hombres, ellos siempre resultaron victoriosos. El líder del ejército era el mismísimo rey y también era quien daba el golpe de gracia a los líderes de las familias vencidas, dejándolos permanecer en el reino como sus nobles y cortesanos.
Fue en cuestión de meses, de un año para ser exacta, que el rey Petram logró concretar su viaje y llegar hasta la Cordillera Blanca, apoderándose de todos los terrenos con un ejército de seres inmortales. Todos le temían, todos le debían respeto a su autoridad, inclusive su propia madre llegó a desconocerlo. Regina Castellum I murió de depresión al no poder conocer a su hijo, al ver en lo que se había convertido su hijo amado y adorado, el más débil de la familia. Pero este hecho no impidió los planes de Petram, cuyo corazón se había endurecido después de tanto tiempo.
Cuando logró conquistar el poblado que se hallaba en la base de la Codillera Blanca, decidió quedarse en ese castillo por un tiempo, allí fue donde conoció a una mujer, la hija de uno de los reyes que poseía la misma edad de él, Lux Montis, de la familia Montis. Ella era bella, una joya en medio de un mundo crudo y que había sobrevivido en un entorno hostil como es el frío piedemonte de las grandes montañas blancas, porque nunca paraba de nevar. Ella era dueña de una gran sabiduría, razón que hizo que ambos se conocieran mejor y se sumieran juntos en investigaciones y en aprendizajes que disfrutaban tanto como eran los paseos y momentos juntos. Supongo que el amor entre estos dos seres fueron los cimientos para la perdurabilidad de mi familia, o dinastía.
Con la joven Lux, Petram tuvo tres hijos, los mayores eran mellizos a los que nombró Regina Castellum II, una niña que resultó ser el vivo calco de su padre, y Regem Castellum IV, un niño que resultó poseer un gran parecido físico con su madre, fue nombrado así en honor a su madre y a su abuelo quien había sido Regem Castellum III. Supongo que la creatividad en las dinastías no es muy grande, pues los nombres de sus ancestros suelen ser muy utilizados por los descendientes. Sin embargo, es una forma de honrar a los fallecidos miembros de la familia, por lo que supongo debo estar orgullosa de mi nombre.
Siguiendo con la cronología que me marcaba el libro, la familia Castellum, ahora con dos pequeños a cuestas, decidió establecerse en ese lugar por un tiempo, hasta que los niños cumplieran la mayoría de edad. Cuando la reina ya era bastante más madura, quedó embarazada de un tercer hijo, quien le arrebató la vida en el parto a pesar de la alegría de la madre de poder traer al mundo una nueva vida. Occidere Castellum, el primero con su nombre, había asesinado sin ser consciente de ello a su madre.
Con el corazón hecho añicos y el espíritu por el piso por haber perdido a su amada, el rey Petram se sumió en la soledad de su habitación abandonando por completo sus estudios e invenciones y dejando de lado sus deseos de conquista. La historia cuenta que las sirvientas lo encontraron una mañana, sentado en su silla de siempre, con la vista fija al horizonte y muerto con los puños apretados contra la silla, como si hubiera luchado por su vida.
Desde ese momento el reino pasó a manos del mayor de los hijos varones, como era la tradición de ese momento. El joven Regem era muy diferente a sus padres, pronto lo cegó la ambición de tener más reinos, más tierras a su cargo y más poder, sobretodo esto último. Consumido y cegado por sus deseos, revivió y maximizó las capacidades de Los Inmortales para poder cruzar la Cordillera Blanca, famosa por nunca quedarse sin nieve, por tener un clima hostil y gélido todo el año sin excepciones. Muchos afirman que ayudado por la misma magia de su padre, el joven logró cruzar las montañas para llevarse la sorpresa de ver el gran bosque verde que albergaba el otro lado. La mitad de la Cordillera Blanca era nieve y frío, mientras que la otra mitad era verde y cálida, una selva densa y atestada de seres de diversos aspectos que los atacaban a cada paso, por lo que les costó horrores cruzarla. Sin embargo, su ejército no tuvo bajas, como siempre pasaba.
Una cruenta batalla se llevó a cabo con el rey del poblado, una batalla sangrienta y que dejaba traslucir lo salvaje que podía ser el ejército de Regem Castellum IV. Él no era como su padre, que ya de por sí era despiadado, él no le daba una muerte rápida a sus oponentes, le gustaba verlos sufrir y humillarse antes de darles el golpe de gracia. Así fue como logró conquistar ese poblado que le daba paso para seguir conquistando otras regiones más al norte. Donde las temperaturas se hacían más hostiles con el correr de los terrenos.
Sumido en su propia adoración, en su amor propio, Regem mandó construir un castillo digno de su imponencia, digno de su presencia y que hiciera honor al apellido Castellum, la dinastía más poderosa de todo el mundo Occidental. El Gran Castellum nació de la ambición y la soberbia de uno de mis ancestros, fue erigido sobre las ruinas y la destrucción de un pueblo cuyo fin último fue proteger sus tierras de esos bárbaros invasores que masacraron a su rey. Se podría decir que la ambición de este joven príncipe no tenía límites, que él sentía que podía hacer todo lo que quisiera, pero una sucesión de ataques le hizo ver que se había ganado más enemigos que aliados. Las rebeliones habían comenzado en todos sus poblados y territorios, razón por la cual tuvo que proteger su fortaleza y quedarse en ese sitio hasta apagar ese espíritu de rebelión que dominaba a su pueblo. Logró hacer que del Gran Castellum una fortaleza impenetraba y de la cual no se podía escapar a menos que esos sean los deseos suyos.
El reinado de terror de la dinastía Castellum duró un largo tiempo, en el que la rebelión comenzó a ser planeada de adentro hacia afuera. Regina, su propia hermana, había decidido comandar la rebelión contra su hermano mellizo. Ella y su pequeño hermanito Occidere organizaron un golpe de estado una fatídica noche en que se permitió la entrada de una gran cantidad de personas al palacio, pues se había engañado al rey para permitir su ingreso. Una emboscada por su propia familia, que culminaría con Regina matando a su gemelo Regem, en pos de un futuro mejor y en favor de la libertad de las naciones oprimidas por éste. Así fue como llegó el final del reinado de la dinastía Castellum, una familia que llegó a tenerlo todo y que en una noche perdió todo. Ahora no es más que un vestigio de lo que fue en aquellos tiempos en donde el castillo, el Gran Castellum, es el último recuerdo de la gran imponencia de dicha familia.
El libro culminaba contando la desaparición total de la dinastía después de la muerte de Regem Castellum, pero necesitaba seguir leyendo para poder completar la historia, para saber realmente.